Acercarse al lado espiritual de las personas es muy difícil, porque es como pedir mirar hacia adentro, a algo íntimo, reservado para quienes viven y sienten esa creencia todos los días. El animismo es sólo una palabra, que intenta dar una especie de contenedor, para un gran número de realidades espirituales, rituales, tradiciones y sobre todo, formas de vivir la vida cotidiana. Mi aproximación a una realidad tan compleja no fue la de un erudito que estudia una cultura diferente, sino la de una persona genuinamente curiosa. En los dos viajes a Togo que me llevaron a conocer a los Vodu, que literalmente significa "el signo de lo profundo", me sorprendió encontrar la magia, no oculta tras rituales secretos, sino escondida en toda evidencia, detrás de cada simple gesto, de la vida cotidiana. Empecé a llamarlo realismo mágico africano, pensando en esas atmósferas extrañas y cambiantes que se encuentran en los libros de Gabriel García Márquez, donde el realismo de la vida cotidiana se mezcla de repente con lo místico. Momentos cambiantes, conjunciones encantadas y fascinantes, se repetían en esos días, envolviéndome cada vez más y al mismo tiempo aumentando mi profundo respeto y sujeción, por este mundo espiritual ancestral. Viví situaciones de este tipo con frecuencia y cada vez experimenté esta sensación de "desplazamiento".